El título, en latín, significa ¿hasta cuándo, Daniel, vas a abusar de nuestra paciencia? Y expresa un sentimiento que se da la mano con el razonamiento cruel, duro y contundente que la realidad nos ha impuesto: River jugará el Nacional B. O, dicho en otros términos, River ha descendido. Debido a ello, ¿hasta cuándo estaremos los representantes de socios en silencio?, ¿hasta cuándo permitiremos lo que hemos permitido?, ¿hasta cuándo los responsables seguirán sin castigos? Yo, por mi parte, los he convocado a todos para asumir las obligaciones y las responsabilidades para las que fuimos elegidos.
Pasó más de un mes, del día más aciago de nuestra historia, y pareciera ser que varios o muchos han encontrado “consuelo” para mitigar el dolor del descenso. Entrar a blogs, facebooks y páginas web riverplatenses, sumados a los comentarios que se hacen en las notas o editoriales deportivas de Internet, demostrarían que eso es así. En mi caso, por el contrario, cada día que pasa me siento peor. Y mucho más cuando pienso que en pocos días tendremos el “honor” de engalanar el “gran” campeonato Nacional B. “Digno” y “maravilloso” torneo para mostrar nuestro linaje y para acrecentar nuestra gloriosa historia.
Mientras esto sucede, el Sr. Passarella sigue atornillado a su cargo (al igual que toda la Comisión Directiva) como “si aquí no hubiera pasado nada”. No respondió al pedido público (y por carta) de renuncia que le hicimos el Sr. Aliberto y yo y tampoco, como era dable esperar, respondió a mi ofrecimiento (también público, a través de un e-mail que recibió en su casilla personal) de apoyarlo y asesorarlo en los temas que domino ya que, lo expresó oportunamente (después que el desastre se consumó), abriría las puertas de su despacho para permitir que lo ayudaran los riverplatenses de buena voluntad.
Teniendo en cuenta esta realidad, y observando la pasividad (por conveniencia o por desidia) de la dirigencia, me he propuesto convocar a todos los representantes de socios para llamar a una Asamblea Extraordinaria que conduzca al Club hacia una salida ordenada que nos devuelva, en un futuro mediato, la Institución modelo que supimos tener. Para ello entregué 148 cartas (a oficialistas y opositores), como la siguiente:
Prueba de lo anteriormente afirmado son algunas de las recepciones de las mismas por parte de los representantes o sus allegados:
Veremos en los días subsiguientes cuántos representantes se pondrán el sayo. Cuántos asumirán las responsabilidades estatutarias. Cuántos se dignarán a jerarquizar a la Asamblea (órgano fundamental en la conformación de una Asociación Civil). Cuántos mirarán hacia delante y cuántos continuarán con su obediencia debida. Cuántos practicarán la libertad de conciencia y cuántos esperarán que les digan lo que tienen que hacer. Cuántos seguirán a rajatabla el verticalismo imperante y cuántos buscarán la horizontalidad del poder para transformar lo siniestramente establecido (el Estatuto vigente). Cuántos podrán aprehender que es el momento para consensuar cambios trascendentes y duraderos.
O podremos ver, en las próximas semanas, como todo vuelve a quedar en aguas de borrajas, como nadie saca los pies del plato y/o como los levanta-manos habituales lo siguen haciendo sin ruborizarse. Porque para ellos, al igual que para esos muchos que mencionaba precedentemente, TODO PASA. Hasta el descenso execrable e imperdonable. Quizás, a ellos les “convenga” seguir teniendo paciencia con Daniel…
Nota: La frase original que la Historia registra es Quosque tandem, Catilina, abutere patentia nostra? y se le atribuye a Salustio, un historiador romano de la Antigüedad. Se refirió a Catilina (en su texto “Bellum Catilinae”), quien fue un controvertido político y militar romano que vivió entre 108 a.C. y 62 a.C., con particularidades y características, definidas en la obra de Salustio, tan parecidas a la de nuestro presidente actual como, por ejemplo:
“…fue de gran fortaleza de alma y cuerpo, pero de carácter malo y depravado.” “Su espíritu era temerario, pérfido, veleidoso, simulador y disimulador de lo que le apetecía, ávido de lo ajeno, despilfarrador de lo propio, fogoso en las pasiones; mucha su elocuencia, su saber menguado.” “Su espíritu insaciable siempre deseaba cosas desmedidas, increíbles, fuera de su alcance. A este hombre… le había asaltado un deseo irreprimible de hacerse dueño del Estado y no tenía escrúpulos sobre los medios con los que lo conseguiría con tal de procurarse el poder.” “…el asunto mismo parece aconsejarnos volver atrás y explicar brevemente las instituciones de los antepasados en paz y en guerra, cómo gobernaron la República y cuán grande la dejaron para que poco a poco se transformase de la más hermosa y excelente en la peor y más infame.”
Salvo en lo de la elocuencia, las semejanzas son más que interesantes…
No hay comentarios:
Publicar un comentario