Ya pasaron. Terminó. Y hay un legítimo ganador, más allá que el representante del holding Werthein (y sus peligrosos compañeros de ruta) hayan recurrido a la Justicia.
Pero este escrito no va a analizar los resultados. Quien lo escribe pretende comentar sensaciones, observaciones y razonamientos de lo que ha pasado desde el sábado hasta acá. Con la cabeza fría, como debe ser.
Lo primero que me viene a la mente es que no escapamos a la realidad nacional. Votamos de la misma manera que lo hacemos en los comicios nacionales. Similitudes a tener en cuenta:
-La gran desinformación con la que se llega a las urnas.
-El nulo discernimiento de quién es quién, de qué hizo tal o cual, de dónde viene éste o aquél.
-La poca importancia que se le da a las trayectorias, a las historias personales de los candidatos, a la escala de valores de las personas que se presentan en las listas, a los testimonios de vida de los que compiten cada cuatro años.
-La vigencia absoluta del clientelismo político. Asqueroso, repugnante e indignante. Ejercitado, sin tapujos, por los tres favoritos. Esos que, en la tranquilidad de sus hogares o en mesas de amigos, despotrican contra esta nefasta práctica tan arraigada en el acervo político-cultural de este país. Pero, insisto, cuando la tienen que ejercer no se les caen los anillos.
-La ambivalencia cínica de nuestra clase media y media alta que exige honestidad, decencia y "propuestas" pero termina votando voluntarismos, amiguismos, prebendas y, sobre todo, billeteras muy gordas. Las mismas personas que toleran, cada vez más peligrosamente, la violencia de muchos jóvenes "tan riverplatenses" que responden a los distintos candidatos de esas listas y que se creen, e-qui-vo-ca-da-men-te, que el Club es de ellos o que son más hinchas de River que nosotros, los pacíficos.
-Los delfines y los hijos de apellidos históricos de River, sumados a muchos "muertos-vivos" que reaparecen en cada elección, se entremezclaron en las distintas listas para reciclarse perversamente y no pagar los costos de lo que hicieron y/o de lo que no hicieron y/o de lo que apoyaron y/o de lo que permitieron. El nepotismo, los designados a dedo, los que creen que tienen derechos hereditarios en nuestro Club y los que siempre lucraron con el mismo, están de vuelta. En el oficialismo y en la oposición. La hipocresía nacional en su máxima expresión.
-El manejo de las masas. Los tres favoritos las tuvieron y las tienen a disposición. Para lo que gusten mandar. Para lo que las necesiten. Para que nos disciplinen al resto. Para darles un lugar a los que perdieron muchas neuronas, y ya no tienen arreglo, o para los que la violencia se ha convertido en su razón de ser, en su modo de vida. Para que, en cualquier momento, tengamos que asistir en nuestra casa, o afuera de la misma, a otro hecho luctuoso, trágico.
-La borocotización del voto propio que, siguiendo las pautas generales de los últimos tiempos, se convierte en ajeno porque es mejor estar con el "ganador" que jugarse por los principios que, en la teoría, decimos sostener indeclinablemente.
-La falta absoluta de autoridad y de reglas claras. Se permiten cosas intolerables y se violan todas las reglamentaciones que, apriorísticamente, deben imperar en los procesos institucionales que supimos conseguir. Cada cual hace lo que le parece y los hechos que se suceden son tragicómicos.
-Las contradicciones de nuestro "ser nacional", cada vez más agudizadas. Exigimos lo nuevo, lo no contaminado. Queremos que se vayan ya los mismos de siempre. Pedimos propuestas y debates. Pretendemos, de la boca para afuera, que tengan oportunidades los que no estuvieron nunca en el poder. Imploramos que sean decentes y honestos, pero no tanto. Cambio, cambio y más cambio es nuestro fervoroso deseo. Sin embargo… Sería conveniente, entonces, que hiciéramos el ejercicio (vano pero, por ahí, y para algunos, esclarecedor) de relevar los nombres de las tres primeras listas y comprobaríamos que el 80% de ellos estuvieron (formaron parte) en las gestiones de Aguilar. Raro, ¿no? Máxime cuando nos jactamos de ser tan "inteligentes", tan superiores al resto.
River es un muestrario exacto de lo que pasa en la realidad política nacional. No escapa a las generales de la ley. Es más, reproduce y amplifica nuestras miserias y defectos más exacerbados.
Por ello, y desde hace algunos días, no puedo sacarme de la cabeza un refrán que calza justo para estos tiempos que corren: "el que no vive como piensa, termina pensando como vive". Esta bendita sociedad decidió, hace mucho tiempo, pensar como vive. Lo triste es que nunca lo reconoce y los ataques de amnesia son colectivos. ¿A qué me refiero? Muy simple, nadie votó a Menem. Tampoco a Aguilar. Es la forma perfecta de no hacernos responsables de nada. Es el modo de vida que supimos elegir. Es la impunidad del no compromiso. Es el mecanismo de defensa sicoanalítico de la negación. Yo no lo hice cuando sí lo hice. La responsabilidad del desastre nunca será mía.
Por eso, y ahora que estamos entronizando al justo ganador, recordemos muy bien TODOS quien votó a quien. Para aceptar, dentro de 4 años, la palabra responsabilidad. La que implica, según la Real Academia Española, "la capacidad u obligación de responder de los actos propios, y en algunos casos de los ajenos". O sea, para, de una vez y para siempre, hacernos cargo de lo que hacemos y de lo que le generamos al resto de nuestros convivientes. Para aprender, algún día, a vivir como se piensa y no ser tan básicos y tan oportunistas como lo somos a diario.
Muchos dirán: "este sujeto sangra por la herida". Quizás. Aunque, les soy franco: como vivo como pienso no me arrepiento de haber acompañado al Dr. Kiper en esta elección. Ética y Moral son materias universitarias que, la mayoría de los socios riverplatenses, deberían cursar o recursar. Pero como sólo vale quien gana, y el perdedor tiene que ir a llorar a la Iglesia, permaneceré observando cómo se hacen responsables de lo que vendrá, de lo que eligieron. Es hora que se pongan los sayos de lo que expresé precedentemente.
Los dejo en paz y, por si quieren pensar un rato, les regalo esta frase maravillosa de un tal Séneca: "Aprendemos de la historia que los hombres no aprenden nada de la historia". Nosotros, los riverplatenses, de esto sabemos un montón.
Prof. Jorge N. Leone
15 de diciembre 2009
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