Somos una sociedad ambivalente y contradictoria. Nos preocupa la inseguridad pero no resolvemos el problema de fondo. Nos obsesiona la indigencia pero no nos interesa conocer sus causas en profundidad. Nos duele observar a cientos de niños mendigando en las calles de la Ciudad
Autónoma y del conurbano bonaerense pero no nos comprometemos en la búsqueda de soluciones. La indiferencia nos invade, nos neutraliza y, lo más grave, nos paraliza. Pocos recuerdan la frase de Séneca: “Aprendemos de la historia que el hombre no aprende nada de la historia”. Refleja, con dolor, una realidad muy arraigada en nuestra gente. Porque si nuestra memoria funcionara a pleno, y más allá de circunstanciales posiciones ideológicas, deberíamos remontarnos a las gestiones anteriores al año 1985 para observar nítidamente la importancia vital, obsesiva, abarcativa que nuestros dirigentes le asignaron al deporte. Lo afirmo desde un enfoque sociológico ya que ellos trabajaron ardorosa y fácticamente para persuadir a los socios e hinchas millonarios que el deporte es fundamental, sumamente importante, nada superfluo o trivial para toda una comunidad organizada y que, junto a las creencias religiosas, la educación, los medios de comunicación y, sobre todo, la familia, es un pilar significativo y significante para la sociedad toda. Se adelantaron a los tiempos por venir. Se introdujeron con mucha antelación, por cierto, en lo que los norteamericanos, ingleses y canadienses comenzaron a descubrir a partir de los años 70´: la inter-relación entre sociedad y deporte. Se anticiparon, con hechos, a lo que el planeta académico denominó y denomina: Sociología del deporte. Se metieron en aquella estructura social, interactuaron con los asociados riverplatenses, se expandieron por el territorio nacional para hacer “realismo empírico”, como dirían los filósofos positivistas. El deporte, cientos y cientos de mujeres y hombres de River lo demuestran, marcó a fuego el destino de varias generaciones de “millonarios” que encontraron en él la vía de desarrollo emocional, físico y psicológico. Es más, obró como un bálsamo integrador para acercar las diferencias sociales. Si usáramos el método sociológico comparativo (para comprender mejor lo que le sucede a los otros, verticalmente, a lo largo de la historia) nos daríamos cuenta lo imprescindible que resulta en estos tiempos aplicar políticas educativas que contemplen al deporte como el elemento clave integrador de las distintas clases sociales para achicar la brecha entre los que más y los que menos tienen. Porque la Argentina de hoy tiene muchos paralelismos con la Argentina de aquellos años del siglo que precedió al actual. Millones de niños, jóvenes y adolescentes no tienen un rumbo fijo. Un horizonte. Una cosmovisión de vida. Deambulan, matan el tiempo, no son contenidos por el sistema. Nadie se hace cargo. Y las políticas de estado, bien gracias… Los dirigentes riverplatenses debemos, entonces, abandonar la ambivalente moral y ponernos a la vanguardia de esta lucha desigual. La que hace que nuestros socios no nos crean, en general, y nos reprochen lo que nos reprochan, en particular. Porque la etimología de la palabra “MORAL” es el término latino “mores” que significa “COSTUMBRE”. Y de eso se trata: de no acostumbrarse a lo malo, a lo negativo, a lo irracional, a lo improvisado, a lo falaz. De volver a las costumbres virtuosas, nobles, dignas, sinceras, creíbles. Tan agredidas y relajadas en este mundo globalizado.
El conjunto de normas y reglas morales deben imponernos la obligación y el deber de generar planes sustentables de integración de la educación con el deporte.
Tenemos que sacar a nuestra muchachada de la calle, de la ignorancia, de los vicios y darle el cobijo necesario dentro de un orden metodológico y programático que los considere sujetos activos y no objetos pasivos. Con nuestra Institución como la garante de semejante acuerdo tácito. Para ello, principalmente, tenemos que hacer una introspectiva y su consiguiente “mea culpa” por haber soportado lo que soportamos en estos últimos 8 años y no habernos juntado todos para terminar con tanta ignominia, con tanta degradación. Quienes hemos empezado a dedicarnos a esa noble vocación que es la “POLÍTICA” (bastardeada, en los días que corren, por tantos inmorales) somos los primeros que tenemos que terminar con los discursos para arremangarnos y pasar a los hechos. Desde mi función ejecutiva, en Dale River, daré el ejemplo. Con proyectos y propuestas, con convicciones y principios, caminando y transformando los rincones de nuestro Club. Me dolería mucho y me defraudaría a mi mismo si violase mi propia moral, si mis costumbres se transformaran en inmorales.
Y ya que mencioné y me apoyé en el genial Séneca, les dejo otra frase de él como bandera de nuestros pensamientos: “Los elementos de la dicha son: una buena conciencia, la honradez en los proyectos y rectitud en las acciones”.
Prof. Jorge Leone
21 de agosto 2009
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