jueves, 11 de noviembre de 2010

“VOLVÁMO AL CLU, VOLVÁMO…”


Cumplí mi sueño, hace muchos años, cuando me fui a vivir al lado del Templo (el Monumental). Mi segundo nombre, Néstor, en honor al gran “Pipo” Rossi, se inflamaba de pasión. Más de la que ya traía desde mi infancia…
Mi interacción, por ende, con el Club fue permanente. Como un socio feliz más. Y con el barrio entablamos una relación amorosa incondicional.
A las 20.20 hrs. del martes 9 de noviembre de 2010, y cuando me aprestaba a salir de mi hogar para ir a cenar con un familiar, oí gritos e insultos y amenazas


de varios sujetos que, absolutamente fuera de sí, corrían hacia la esquina de Agote y Ricchieri (a metros de la iglesia Santiago Apóstol). Nos asomamos a una ventana, junto con mi señora, y observamos la realidad descarnada de los tiempos que corren. A nivel nacional pero, en este caso, a nivel partidario (como miembro de una asociación civil). Un tropel de 15 a 20 forajidos desaforados, con palos y piedras en sus manos, arremetían contra otro grupo de inadaptados que, en teoría, habían salido de la iglesia antes mencionada donde habrían participado de una misa en memoria de Gonzalo Acro. Sí, de Acro, el barrabrava que fue lugarteniente de Adrián Russeau, durante muchos años, en la popular millonaria.
De repente, comenzaron a escucharse detonaciones que detuvieron a esta horda irracional y que los obligó a parapetarse detrás de vehículos estacionados en la calle, dentro de jardines de las casas de la zona y/o en garajes descubiertos. No podíamos ver, desde nuestra posición visual, qué sucedía en la esquina pero teníamos enfrente de nosotros a varios de estos asesinos resguardados de las balas rivales en los lugares antes descriptos.
Mientras esto sucedía, las persianas de mis vecinos se bajaban abruptamente, muchas celosías se cerraban violentamente y vi cómo el terror desdibujaba la cara de la persona que vive casi frente a mi casa cuando tuvo que entrar corriendo adentro de la suya dejando la reja de su garaje abierta, a merced de estos vándalos. De hecho, uno de ellos se acurrucó allí.
La tensión fue in crescendo hasta que nuevas detonaciones hicieron retroceder a estos bárbaros al grito de “…volvámo al clu, volvámo al clu”.
Lo demás es harto conocido, y hasta insoportablemente reiterativo: la policía llegó después de los sucesos, los vecinos atemorizados empezamos a salir a la calle (deteniendo nuestras miradas en las vainas servidas), los noteros de los medios aparecieron con sus sensacionalismos inútiles e interesados, el cura de la parroquia se llamó a silencio (debería explicar muy detalladamente por qué celebraba una misa en memoria de un vándalo conspicuo de Los Borrachos del Tablón y, también, por qué en su iglesia entran asesinos armados), las miradas ensombrecidas de nosotros (los verdaderos damnificados) que hemos cometido el “sacrilegio” de vivir en esta zona de la Capital, la ausencia de responsables de los hechos, etc.
Ya no pienso en lo precedente, ya me tranquilicé o me tranquilizó el escepticismo. Sólo repiquetea en mi cabeza la consigna-orden: “… volvámo al clu…”.
Me obnubilan y obsesionan algunos interrogantes: ¿los estaría esperando Bravo?, ¿o el mismo Daniel Alberto?, ¿cuándo llegará el próximo muerto?, ¿los idiotas-útiles seguirán alentando los domingos a estos “borrachos del tablón” sin neuronas?, ¿seguirán actuando como fuerza de choque y generadores de negocios espurios para esta dirigencia, tal como lo hicieron para la anterior?, ¿eran los mismos o algunos de los que repartían entradas para el River-Boca detrás del estacionamiento cubierto del Club, fregándose en los pobres socios que hacían la cola desde muchas horas antes?
Quien tenga las respuestas, que tire la primera… idea.

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